La izquierda después de Hugo Chávez y López Obrador
Raúl Tortolero
Ciudad de Mexico 13.09.06 | Ante sus seguidores, o mejor, ante sus “groupies”, Mr Hugo Chávez declaró ayer que no “reconocía” como legítimo presidente electo de México a Felipe Calderón, porque notaba que habían sucedido “cosas” extrañas o raras en los pasados comicios del 2 de julio en México. Bueno, esto no es ningún problema. Porque los únicos que deben reconocer o no reconocer al presidente electo son los mexicanos. Y Mr Hugo Chávez no es mexicano.
Resulta, empero, extraordinario –aunque mucho de lo que hace el presidente venezolano lo es- que un mandatario extranjero se autoerija como una suerte de juez electoral internacional, capaz de legitimar con su palmada en la espalda a otros jefes de estado, según lo que le convenga.
Lo bueno es que siempre, en todo momento, negó toda relación con el PRD mexicano. Pero ahora aboga por el “Peje”. Que su gobierno no tenía nada qué ver, que no había enviado aquí a su ficha el embajador Vladimir Villegas –quien apareció en actos de campaña del PRD del ahora jefe de gobierno de la Ciudad de México Marcelo Ebrard, violando la ley mexicana de no intervención en política interior- a ayudar a formar los círculos bolivarianos para que se asociaran con las redes ciudadanas. Pero ahora lo apoya, y se suma a la campaña de inestabilidad política encabezada en México por unos cuantos añoradores de una izquierda dogmática, estalinista y sumamente autoritaria. Que son personas que portan en la bloqueada calle Reforma estandartes de Lenin y de Stalin (a las fotos me remito). Y eso quiere decir que, en primer lugar, ya no están pensando, ya no están reflexionando seriamente. Stalin dejó un muerto casi en cada familia durante su gobierno, y esto suma al menos 10 millones de muertos. Eso es lo que admiran y enarbolan estos trasnochados de una izquierda que ya no existe sino en sus cabezas urgidas de figuras autocráticas. Esta gente es profundamente antidemocrática y, de hecho, así como en Alemania están prohibidas las manifestaciones de neonazis, deberían estar aquí prohibidas las manifestaciones de neoestalinistas. No saben lo que dicen estas personas. Alzan en vilo a un carnicero. No necesitamos carnicerías por ningún ideal en México. La carnicería no es lo que ayudará a los pobres a comer y a educarse. La carnicería no es un método de crecimiento económico. Pero la carnicería sí es una mala terapia para el desahogo de la frustración y el resentimiento social de quienes siempre han estado oprimidos y ahora no buscan quién se las debe sino quién se las pague. Pero no. Las carnicerías no son lo que les dijeron en los adoctrinamientos: nada justifica que muera nadie. No se puede construir un país dejando en la espalda una carnicería. Lo que están haciendo es demoler a la verdadera izquierda y tratar de sustituirla por un sistema amparado en la violencia y la sangre.
Chávez decidió explícitamente apoyar a Andrés Manuel López Obrador con estas versiones. Con ello, la verdad, lo único que logra es reactivar las amplias sospechas de que hubo respaldo logístico, político y económico suyo al tabasqueño durante la campaña electoral pasada. Ahora no quedan muchas dudas sobre la cercanía entre ambas partes. Más bien, ninguna duda.
¿De qué información dispone este mandatario sudamericano para descalificar lo que el Tribunal Federal Electoral en México revisó y aprobó? Quién sabe, porque nunca lo aclaró.
¿Cuáles son las “cosas raras” que advierte?
No me imagino a Felipe Calderón, por panista que sea, de centro-derecha si ustedes quieren, declarando que no reconoce como presidente a Hugo Chávez. No parece algo sensato. ¿Cómo puede alguien estar por encima de lo que un pueblo ha decidido en votaciones legales?
Han sido tantas las agresiones que ha recibido México de parte de Mr Chávez que no podemos imaginar qué sigue. Tal vez le gustaría invadir México de alguna forma. Organizar algo. O a todos los países cuyos gobiernos no le cuadran. Pero sólo debería ocuparse de sus propios negocios y dejar en paz a los mexicanos. Nosotros no nos ocupamos de él sino cuando primero él relanza en su agenda el tema México, y habitualmente esto significa insultos, descalificaciones –como la reciente del presidente electo- y hasta ciertas amenazas veladas.
Para los chavistas uno no puede sentirse libre de expresar sus opiniones en medios democráticos y respetuosos del mundo. No puede nadie pensar diferente. Por ejemplo, la Coordinadora Continental Bolivariana, Capítulo México, hace al que esto escribe responsable de no sé qué campañas. De paso quiero aclararles a los señores de esa organización que yo no encabezo ninguna campaña contra nadie, ni la secundo, y también, que no me gusta que Hugo Chávez insulte a México, a nuestros gobernantes de cualquier nivel o partido político y que estoy en mi derecho constitucional de expresar mis opiniones libremente. A ustedes no los conozco. No tengo nada contra ustedes, que quede bien claro, ni mucho menos contra el gran Simón Bolívar, pero otra cosa son los caudillos. Y si se sienten iluminados, peor. Eso es todo. Y también aprovecho para recalcar que no pertenezco ni al PRD, ni al PAN, ni al PRI ni a ninguna otra organización o gobierno.
Pulverizando a la izquierda
Lo que sí percibo con claridad es que la actitud descalificatoria de Chávez, aunada a las molestias de López Obrador contra la propia ciudadanía que hubiera votado por él debidas a los bloqueos, son claros ejemplos no de una lucha inteligente y creativa, sino de la demolición total de la izquierda. Al menos de la izquierda moderna, creativa, institucional, política, moderada. Es antipropaganda plena.
La izquierda extremista no es democrática, es autoritaria e implica una franca inestabilidad económica y la entronización del más acendrado autocratismo. Ambos personajes son, en realidad, enemigos de la izquierda internacional. No les preocupa que la ciudadanía termine repudiándolos a ellos y a sus métodos, porque creen que están por encima de las instituciones y aún de las ideologías.
Pero no, no es así. ¿Por qué? Porque simplemente no existe una ideología que sea impulsada por ellos. ¿Cuál es la ideología de Hugo Chávez? ¿El bolivarismo? No puede ser, ya que no le interesa la unión latinoamericana, de los pueblos, y prueba de esto es que descarta a los gobiernos que no se ajustan a sus intereses. ¿Y la de López Obrador? Ganar las elecciones presidenciales. En el fondo, lo que hay en ambos es una fuerte palpitación por el regreso de un seudosocialismo setentero que no puede regresar, ya sea en programas populistas sociales de vivienda, de apoyo clientelar a ancianos o desamparados, como técnicas de publicidad personal y sólo personal.
Habría que ver qué queda de la izquierda latinoamericana luego de Chávez y luego de López Obrador. Cenizas. Será exactamente lo mismo que en Cuba luego de Fidel. Nadie querrá jamás saber nada de ese sistema se le llame como se le llame. Qué puede importar una supuesta "ideología" si la gente no come, no hay luz, agua, ropa, nada. (¡Y Fidel en la lista Forbes de los más ricos del mundo, bendita igualdad!).
Ya nadie votará ingenuamente por seguir en tales caminos. En México, sólo basta consultar en las calles a la gente. Ahora sí supimos los alcances de la otrora noble paloma que daba sus conferencias a las 6 de la mañana con voz suave y buen humor. Es la misma palomita que no le importa si los enfermos mueren en las ambulancias por su bloqueo de Reforma. Que cientos de meseros y garroteros y empleados se tengan que ir a Estados Unidos porque están quebrando los establecimientos. Que se hayan perdido 368 millones de dólares, según estimaciones del Consejo Nacional Empresarial Turístico (CNET) de la Ciudad de México. Éstas son las secuelas arrojadas por un ex político, líder de una coalición que se nombró “por el bien de todos”. Qué decepción. Y qué lección.
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