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Relato de una detencion en Venezuela

Por Dorindo Burgo Arias

Mi nombre es Dorindo Burgo Arias, C.I.N° 15.792.115. Nací el 6 de febrero de 1963 en un pueblo de la provincia de León llamado Celadilla del Páramo. Soy español de nacimiento. Pertenezco a la Congregación religiosa de los Hermanos Maristas. Llegué a Venezuela el 26 de septiembre de 1982. Desde el principio me identifique totalmente con este pueblo, estas gentes y este país. Me nacionalicé, según Gaceta Oficial (Número extraordinario 4.470) de la República de Venezuela, el 24 de septiembre de 1992.

El día 29 de febrero, como otros muchos venezolanos, hacia la 1 :00 p.m me trasladé a la plaza Francia de Altamira con mi bandera al cuello y mi constitución en el bolsillo. La autopista Francisco Fajardo, que atraviesa Caracas de este a oeste, se conecta con la Plaza Francia de Altamira con la avenida Luis Roche. En la Plaza y en la avenida Luis Roche estaban los manifestantes, y en el inicio de la avenida Luis Roche, al lado de la autopista, los efectivos de la Guardia Nacional. Como cualquier quijote me dirijo hacia los uniformados, y a una distancia de unos 3 ó 4 metros les leo el artículo 68 de la Constitución Nacional de la República Bolivariana de Venezuela el cual reza así: "Los ciudadanos y ciudadanas tienen derecho a manifestar, pacíficamente y sin armas, sin otros requisitos que los que establezca la ley. Se prohíbe el uso de armas de fuego y sustancias tóxicas en el control de las manifestaciones pacíficas. La ley regulará la actuación de los cuerpos policiales y de seguridad en el control del orden público".

Les hice comentarios en torno al artículo que los crímenes, según el Tratado de Roma, no prescriben; de la necesidad de lograr la paz, de que somos hermanos y de que debemos encontrar la paz. Recibí algunos insultos, miradas de aprobación y retos a enfrentarme con ellos. Les manifesté que yo iba en son de paz y que no voy a enfrentarme con nadie; sólo exijo que se respete el derecho de los ciudadanos. Me retiro de ahí hacia la parte donde se encuentra el grueso de los manifestantes. Al poco tiempo comenzamos a avanzar.. la guardia dispara perdigones, lanza bombas lacrimógenas indiscriminadamente (he participado en muchas manifestaciones contra el régimen, he tragado mucho humo de bombas. Nunca lo había sentido tan fuerte... ganas de vomitar todo, picor en los ojos, desesperación...). Muchos niños de los edificios aledaños tienen que ser auxiliados por la Cruz Roja; y algunos llevados a los hospitales. Qué impotencia, qué indignación, No hay a quién denunciar-. La guardia lanza bombas y la oposición retrocede.

Pasa el humo y vuelve a avanzar... y así sucesivamente. En uno de los avances dejan en la calle muchos cartuchos... junto con D. López y algunos fotógrafos, recojo unos cuantos y los guardo en mi koala. Se busca un diálogo con los oficiales que dirigen la guardia. Se intenta llegar a un acuerdo: nosotros llegaremos hasta cierto lugar y ellos no lanzarán bombas, ni perdigones. Desde atrás comienzan a lanzar piedras, botellas y otros objetos... Fracasa el intento del acuerdo. La guardia comienza a hacer razzias y a avanzar. Nos dispersamos por las calles aledañas. Por los laterales llego nuevamente a la Plaza Francia. Sigue el lanzamiento de bombas lacrimógenas. La guardia toma la plaza. Junto con otras tres personas me refugio en la parte baja, al lado de la entrada del Metro, que se encuentra cerrada. Sopla el viento y se lleva los gases tóxicos. Respiramos, pasado un tiempo intentamos salir a la plaza, vemos los guardias y nos regresamos. A los pocos minutos la guardia baja; con ellos un fotógrafo. Nos apuntan con las escopetas, nos empujan, nos gritan, nos insultan nos cachean, nos acusan de lanzar piedras (mis principios y valores todavía no me lo permiten) me mandan que abra mi koala.. ven los cartuchos que había recogido y dicen que soy el que disparó. Ven que son los que usan ellos. Nos mandan colocar en fila india y salir a la superficie de la plaza en fila india. Me quitan la bandera, me quitan el celular (y no los he vuelto a ver ni los veré). Me dan algunos golpes que ni siento. Pido hablar con el comandante y me ordenan callarme. Me montan en una moto con un guardia por delante y otro por detrás. Me llevan hasta el camión en el que ellos se trasladan. Es un camión cerrado, con alguna ventana. En la parte interna tiene un banco a su alrededor y en la parte de delante un pequeño compartimiento que de ancho tiene lo que el camión y de largo unos 80 centímetros.

Me introducen en el camión como un saco de papas y todo ello rodeado de insultos, golpes, groserías y repitiendo a cada instante: No levanten la cabeza, no me miren. Más insultos, más golpes. Allí hay ya algunos detenidos. De vez en cuando abren la puerta, y más detenidos. Nos siguen insultando, golpeando... siguen entrando detenidos que nos siguen lanzando encima. Nos amenazan con lanzar una bomba lacrimógena. A mi mente viene el recuerdo de lo vivido anteriormente... y el camión está cerrado. Pasado un tiempo, que se hace eterno, se montan en el camión los guardias. Siguen golpeándonos con el rolo, con el casco, con las manos, e insultándonos con palabras no nombrables... Lo peor es la posición: tengo dificultades para respirar; no puedo moverme; encima de mis piernas tengo dos ó tres personas...mi pecho está sobre una rodilla. El hombro presionado contra la pared que separa el compartimiento. Hago un esfuerzo y grito: ¡no puedo respirar... me ahogo...! Mandan a movernos un poco. Mejoro... El que está detrás no deja de quejarse de su rodilla. Lleva patines. Siguen los golpes, los insultos. Siento una bota en mi hombro. Trato de mirar hacia arriba. Veo que es de un guardia. De vez en cuando presiona sobre mi hombro. Intuyo que está sentado y la apoya en mi hombro. El camión sigue circulando.

Me siento muy mal. Pienso lo peor... Me encomiendo a la Virgen y a San José, y digo... que sea lo que sea. De pronto un guardia me pregunta: ¿Usted es escuálido? (Nombre dado por Chávez a sus opositores). Y yo le respondo: Si usted se refiere a ser contrario a Chávez, yo sí soy escuálido. El me pregunta: ¿Qué es usted? Yo le respondo que sacerdote; y entonces me pregunta: Y ¿por qué es contrario a Chávez? Le respondo: Porque quiero el bien para usted y su familia. Y el me dice: "por eso no te voy a dar (un golpe)" Y a partir de ese momento hasta que llegamos al Destacamento Móvil N° 51, ubicado en el Paraíso no recibí golpes, al contrario que mis compañeros. Una vez que llegamos, nos colocaron en el patio, siempre mirando hacia abajo y sin levantar la vista. Fui tomando confianza y mantuve un cruce de palabras con algún miembro de la Guardia que me decía que yo debería estar en misa. Fui separado del grupo y llevado al lugar donde se encontraban los oficiales. Allí les manifesté mi dolor por la situación que estaba viviendo Venezuela. Les dije que ellos podían hacer mucho por arreglar la situación, les hablé de la guerra civil española; de que no podíamos matarnos entre nosotros, que no podíamos luchar entre hermanos, que ellos también tenían hermanos, madres, hijos, familia ... que eso se arreglaba con una votación... que no era tan difícil... Me pasaron con otro oficial que me hizo la boleta de salida. En ella se decía que no había recibido maltrato ni físico ni verbal. Le manifesté que yo no podía firmar eso pues no era cierto. Él me recomendó que firmara; y yo, después de pensar sobre el poco valor que tiene la firma en Venezuela, le dije... "Cómo esto no lo he escrito yo y la firma no tiene valor... firmaré". Le dije que yo no me retiraría hasta que no soltasen a los otros compañeros. El oficial me prometió que después de solicitarles los datos personales les soltarían, y me acompañó hasta la calle. Mucha gente y medios de comunicación se preocuparon por mí. Pero surgían muchas preguntas: ¿Qué pasa con las personas que no tienen a "nadie" que los defienda? ¿Qué pueden hacer uno cuando la impunidad es total y ésta viene de parte de las autoridades?. ¿A quién puedes acudir cuando reiteradamente, y de forma flagrante violan tus derechos?...Sentí mucho miedo pero también tomé la decisión indeclinable de seguir luchando por los venezolanos. Van ya 10 muertos (alguno asesinado por la espalda), cientos de heridos y más de trescientos detenidos...

Dorindo Burgo Arias C.I. 15792115



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